viernes, 20 de noviembre de 2015

LA POESÍA ÉPICA CASTELLANA – MESTER DE JUGLARÍA POEMA DE MÍO CID


"El Cid Campeador encarna  a la perfección la figura de caballero medieval fiel a su espada y a su corazón, lo que le convirtió por mérito propio en defensor de los valores esenciales de aquel siglo XII marcado por la guerra. Sus heroicas gestas junto a su caballo Babieca sobrevivieron a su muerte y, en forma de cantares y poemas, recorrieron los caminos gracias a la inestimable ayuda de los juglares" (El misterio de Tutankamón y otros personajes favoritos de la historia, J.A. Cebrián).   
    CANTAR PRIMERO

Se ponen los escudos ante sus corazones. (v.715)
y bajan las lanzas envueltas en pendones.
inclinan las caras encima de los arzones,
y cabalgan a herirlos con fuertes corazones.
A grandes voces grita el que en buena hora nació:
-"¡Heridlos, caballeros, por amor del Creador!
¡Yo soy Ruiz Díaz, el Cid, de Vivar Campeador!" (...)
Allí vierais tantas lanzas hundirse y alzar,
tantas adargas hundir y traspasar,
tanta loriga abollar y desmallar,
tantos pendones blancos, de roja sangre brillar,
tantos buenos caballos sin sus dueños andar.
Gritan los moros: "¡Mahoma!"; "¡Santiago!", la cristiandad.(...)
A Minaya Alvar Fáñez matáronle el caballo,
pero bien le socorren mesnadas de cristianos.
Tiene rota la lanza, mete a la espada mano,
y, aunque a pie, buenos golpes va dando.
Violo mio Cid Ruy Díaz el Castellano,
se fijó en un visir que iba en buen caballo,
y dándole un mandoble, con su potente brazo,
partióle por la cintura, y en dos cayó al campo.
A Minaya Alvar Fáñez le entregó aquel caballo:
-"Cabalgad, Minaya: vos sois mi diestro brazo". (...)

CANTAR SEGUNDO

(Conquista de Valencia)

¡Sí que son grandes los gozos que van por aquel lugar,(v.1211)
cuando el Cid ganó en Valencia y entró por la ciudad!
Los que iban a pie, los tienen como caballeros ya.
y el oro y la plata suyos ¿quién los podría contar?
Con esto quedaron ricos todos cuantos allí están.
y nuestro Cid don Rodrigo su quinto mandó apartar:
de riquezas en moneda, treinta mil marcos le dan,
y de las otras riquezas ¿quién las podría contar?
¡Qué alegre el Campeador y los que con él están
viendo en lo alto del alcázar la enseña del capitán!
Descansaba nuestro Cid y lo hacían sus mesnadas.
Al rey que había en Sevilla un mensaje le llegaba:
que tomada fue Valencia sin que pudiera guardarla.
Entonces él acudió con treinta mil hombres de armas
Allí cerca de las huertas tuvieron los dos batalla.
Desbaratólos el Cid, el de la crecida barba:
hasta allá, dentro de Játiva, la acometida alcanzaba.
Al pasar el río Júcar ved qué reñida batalla;
y los moros acosados sin querer beben el agua.
El Rey aquel de Sevilla con tres heridas escapa.
Desde allí se vuelve el Cid con las riquezas ganadas;
buen golpe fue el de Valencia al ser la ciudad tomada. (...)


-"¡Gracias al Creador, al Padre espiritual! (v.1633)
Todos los bienes que tengo, delante de mí están.
Con esfuerzo, Valencia conquisté: es ya mi heredad;
antes he de morir que volverla a dejar.
Al Creador y a la Virgen, me es forzoso alabar,
pues mi mujer y mis hijas conmigo las tengo acá.
La suerte me ha venido de tierras de allende el mar.
Me arrojaré a las armas, no las he de dejar;
mi mujer y mis hijas me verán pelear:
ya verán lo que cuesta en estas tierras morar,
han de ver con sus ojos cómo se gana el pan."
Al alcázar con ellas subió para observar,
mirando con sus ojos, tiendas vieron montar.
-"¿Qué es esto, Cid? ¡Dios tenga de vos piedad!"
-"Mi mujer, muy honrada, no tengáis ningún pesar!
Es más riqueza que nos viene, a aumentar nuestro caudal.
Tan pronto como has llegado, un presente os quieren dar.
Para las hijas casaderas, os traen un buen ajuar."
-"Gracias a vos, Cid, y al Padre espiritual."


CANTAR TERCERO

(Episodio del león)
En Valencia, con los suyos, el Cid permaneció, (v.2278)
estaban también sus yernos, los infantes de Carrión.
Un día, en un escaño, dormía el Campeador:
un mal accidente sabed que les ocurrió:
salióse de la jaula, y quedó libre un león.
A todos los presentes, les asaltó gran temor
se ponen el manto al brazo los del Campeador,
y rodean el escaño protegiendo a su señor.
Fernán Gonzálvez, infante de Carrión,
no halló dónde subirse, ni abierta alguna habitación;
se escondió bajo el escaño: tanto era su pavor.
Diego Gonzálvez por una puerta salió,
diciendo agrandes gritos: «¡Ya no veré más Carrión!»
Tras una viga laga se metió con gran pavor;
el manto y el brial muy sucios los sacó.
En esto, despertó el que en buena hora nació.
El escaño rodeado de sus guerreros vio.
-"¿Qué ocurre, caballeros, por qué esta alteración?"
-"Sucede, señor honrado, que un susto nos dio el león. "
Hincó el codo mio Cid, tranquilo se levantó;
el manto traía al cuello, y se dirigió al león;
apenas lo vio éste, gran vergüenza sintió.
Ante mio Cid, bajó la cabeza y el rostro hincó.
Mío Cid don Rodrigo del cuello lo tomó,
Ilevándolo de su mano, a la jaula lo volvió.
Todos asombrados quedan al ver a su señor,
y al palacio retornan loando su valor.
Mío Cid por sus yernos preguntó y no los halló:
aunque los llamó a altas voces, ninguno respondió.
Cuando los encontraron, estaban sin color;
nunca hubo tal rechifla como la que allí se armó,
pero ordenó que cesara mío Cid el Campeador.
Muchos tuvieron por deshonrados a los infantes de Carrión
se sienten humillados por lo que aconteció. (...)


(Afrenta de Corpes)

Todos los demás se han ido, los cuatro solos ¡Por Dios!
¡Cuánto mal que imaginaron infantes de Carrión!
-Tenedlo así por muy cierto, doña Elvira y doña Sol.
Aquí os escarneceremos en este fiero rincón,
y nosotros nos iremos; quedaréis aquí las dos.
Ninguna parte tendréis de las tierras de Carrión.
Estas noticias irán a ese Cid Campeador.
Ahora nos vengaremos por la afrenta del león.
Allí las pieles y mantos quitáronles a las dos;
sólo camisas de seda sobre el cuerpo les quedó.
Espuelas tienen calzadas los traidores de Carrión;
en sus manos cogen cinchas, muy fuertes y duras son.
Cuando esto vieron las dueñas, les hablaba doña Sol:
-¡Ay don Diego y don Fernando! Esto os rogamos, por Dios:
ya que tenéis dos espadas, que tan cortadoras son,
(a la una dicen Colada y a la otra llaman Tizón)
nuestras cabezas cortad; dadnos martirio a las dos.
Los moros y los cristianos juntos dirán a una voz,
que por lo que merecemos, no lo recibimos, no.
Estos tan infames tratos, no nos los déis a las dos.
Si aquí somos azotadas, la vileza es para vos.
En juicio o bien en Cortes responderéis de esta acción.
Lo que pedían las dueñas, de nada allí les sirvió.
Comienzan a golpearlas Infantes de Carrión;
con las cinchas corredizas las azotan con rigor;
con las espuelas agudas les causan un gran dolor;
les rasgaron las camisas y las carnes a las dos;
allí las telas de seda limpia sangre las manchó;
bien que lo sentían ellas en su mismo corazón.
¡Qué ventura sería ésta, si así lo quisiera Dios,
que apareciese allí entonces nuestro Cid Campeador!
¡Tanto allí las azotaron! Sin fuerzas quedan las dos.
Sangre mancha las camisas y los mantos de primor.
Cansados están de herirlas los Infantes de Carrión. (...)



(La familia del Cid entronca con la nobleza al casarse sus hijas con los infantes de Castilla y Aragón)

Hicieron sus casamientos doña Elvira y doña Sol; (v.3719)
los primeros fueron buenos, pero estos son aún mejor,
con mayor honra se casan que en la primera ocasión.
Y ved cómo la honra aumenta al que en buen hora nació.
al ser sus hijas señoras de Castilla y de Aragón.
Y así, los reyes de España ahora sus parientes son,

a todos alcanza honra por el que en buen hora nació. (...)

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