"El Cid Campeador encarna a la perfección la
figura de caballero medieval fiel a su espada y a su corazón, lo que le
convirtió por mérito propio en defensor de los valores esenciales de aquel
siglo XII marcado por la guerra. Sus heroicas gestas junto a su caballo Babieca
sobrevivieron a su muerte y, en forma de cantares y poemas, recorrieron los
caminos gracias a la inestimable ayuda de los juglares" (El misterio de
Tutankamón y otros personajes favoritos de la historia, J.A. Cebrián).
CANTAR
PRIMERO
Se
ponen los escudos ante sus corazones. (v.715)
y
bajan las lanzas envueltas en pendones.
inclinan
las caras encima de los arzones,
y
cabalgan a herirlos con fuertes corazones.
A
grandes voces grita el que en buena hora nació:
-"¡Heridlos,
caballeros, por amor del Creador!
¡Yo
soy Ruiz Díaz, el Cid, de Vivar Campeador!" (...)
Allí
vierais tantas lanzas hundirse y alzar,
tantas
adargas hundir y traspasar,
tanta
loriga abollar y desmallar,
tantos
pendones blancos, de roja sangre brillar,
tantos
buenos caballos sin sus dueños andar.
Gritan
los moros: "¡Mahoma!"; "¡Santiago!", la cristiandad.(...)
A
Minaya Alvar Fáñez matáronle el caballo,
pero
bien le socorren mesnadas de cristianos.
Tiene
rota la lanza, mete a la espada mano,
y,
aunque a pie, buenos golpes va dando.
Violo
mio Cid Ruy Díaz el Castellano,
se
fijó en un visir que iba en buen caballo,
y
dándole un mandoble, con su potente brazo,
partióle
por la cintura, y en dos cayó al campo.
A
Minaya Alvar Fáñez le entregó aquel caballo:
-"Cabalgad,
Minaya: vos sois mi diestro brazo". (...)
CANTAR SEGUNDO
(Conquista de Valencia)
¡Sí
que son grandes los gozos que van por aquel lugar,(v.1211)
cuando
el Cid ganó en Valencia y entró por la ciudad!
Los
que iban a pie, los tienen como caballeros ya.
y el
oro y la plata suyos ¿quién los podría contar?
Con
esto quedaron ricos todos cuantos allí están.
y
nuestro Cid don Rodrigo su quinto mandó apartar:
de
riquezas en moneda, treinta mil marcos le dan,
y de
las otras riquezas ¿quién las podría contar?
¡Qué
alegre el Campeador y los que con él están
viendo
en lo alto del alcázar la enseña del capitán!
Descansaba
nuestro Cid y lo hacían sus mesnadas.
Al
rey que había en Sevilla un mensaje le llegaba:
que
tomada fue Valencia sin que pudiera guardarla.
Entonces
él acudió con treinta mil hombres de armas
Allí
cerca de las huertas tuvieron los dos batalla.
Desbaratólos
el Cid, el de la crecida barba:
hasta
allá, dentro de Játiva, la acometida alcanzaba.
Al
pasar el río Júcar ved qué reñida batalla;
y los
moros acosados sin querer beben el agua.
El
Rey aquel de Sevilla con tres heridas escapa.
Desde
allí se vuelve el Cid con las riquezas ganadas;
buen
golpe fue el de Valencia al ser la ciudad tomada. (...)
-"¡Gracias
al Creador, al Padre espiritual! (v.1633)
Todos
los bienes que tengo, delante de mí están.
Con
esfuerzo, Valencia conquisté: es ya mi heredad;
antes
he de morir que volverla a dejar.
Al
Creador y a la Virgen, me es forzoso alabar,
pues
mi mujer y mis hijas conmigo las tengo acá.
La
suerte me ha venido de tierras de allende el mar.
Me
arrojaré a las armas, no las he de dejar;
mi
mujer y mis hijas me verán pelear:
ya
verán lo que cuesta en estas tierras morar,
han
de ver con sus ojos cómo se gana el pan."
Al
alcázar con ellas subió para observar,
mirando
con sus ojos, tiendas vieron montar.
-"¿Qué
es esto, Cid? ¡Dios tenga de vos piedad!"
-"Mi
mujer, muy honrada, no tengáis ningún pesar!
Es
más riqueza que nos viene, a aumentar nuestro caudal.
Tan
pronto como has llegado, un presente os quieren dar.
Para las
hijas casaderas, os traen un buen ajuar."
-"Gracias
a vos, Cid, y al Padre espiritual."
CANTAR
TERCERO
(Episodio
del león)
En
Valencia, con los suyos, el Cid permaneció, (v.2278)
estaban
también sus yernos, los infantes de Carrión.
Un
día, en un escaño, dormía el Campeador:
un
mal accidente sabed que les ocurrió:
salióse
de la jaula, y quedó libre un león.
A
todos los presentes, les asaltó gran temor
se
ponen el manto al brazo los del Campeador,
y
rodean el escaño protegiendo a su señor.
Fernán
Gonzálvez, infante de Carrión,
no
halló dónde subirse, ni abierta alguna habitación;
se
escondió bajo el escaño: tanto era su pavor.
Diego
Gonzálvez por una puerta salió,
diciendo
agrandes gritos: «¡Ya no veré más Carrión!»
Tras
una viga laga se metió con gran pavor;
el
manto y el brial muy sucios los sacó.
En
esto, despertó el que en buena hora nació.
El
escaño rodeado de sus guerreros vio.
-"¿Qué
ocurre, caballeros, por qué esta alteración?"
-"Sucede,
señor honrado, que un susto nos dio el león. "
Hincó
el codo mio Cid, tranquilo se levantó;
el
manto traía al cuello, y se dirigió al león;
apenas
lo vio éste, gran vergüenza sintió.
Ante
mio Cid, bajó la cabeza y el rostro hincó.
Mío
Cid don Rodrigo del cuello lo tomó,
Ilevándolo
de su mano, a la jaula lo volvió.
Todos
asombrados quedan al ver a su señor,
y al
palacio retornan loando su valor.
Mío
Cid por sus yernos preguntó y no los halló:
aunque
los llamó a altas voces, ninguno respondió.
Cuando
los encontraron, estaban sin color;
nunca
hubo tal rechifla como la que allí se armó,
pero
ordenó que cesara mío Cid el Campeador.
Muchos
tuvieron por deshonrados a los infantes de Carrión
se
sienten humillados por lo que aconteció. (...)
(Afrenta de Corpes)
Todos
los demás se han ido, los cuatro solos ¡Por Dios!
¡Cuánto
mal que imaginaron infantes de Carrión!
-Tenedlo
así por muy cierto, doña Elvira y doña Sol.
Aquí
os escarneceremos en este fiero rincón,
y
nosotros nos iremos; quedaréis aquí las dos.
Ninguna
parte tendréis de las tierras de Carrión.
Estas
noticias irán a ese Cid Campeador.
Ahora
nos vengaremos por la afrenta del león.
Allí
las pieles y mantos quitáronles a las dos;
sólo
camisas de seda sobre el cuerpo les quedó.
Espuelas
tienen calzadas los traidores de Carrión;
en
sus manos cogen cinchas, muy fuertes y duras son.
Cuando
esto vieron las dueñas, les hablaba doña Sol:
-¡Ay
don Diego y don Fernando! Esto os rogamos, por Dios:
ya
que tenéis dos espadas, que tan cortadoras son,
(a la
una dicen Colada y a la otra llaman Tizón)
nuestras
cabezas cortad; dadnos martirio a las dos.
Los
moros y los cristianos juntos dirán a una voz,
que
por lo que merecemos, no lo recibimos, no.
Estos
tan infames tratos, no nos los déis a las dos.
Si
aquí somos azotadas, la vileza es para vos.
En
juicio o bien en Cortes responderéis de esta acción.
Lo
que pedían las dueñas, de nada allí les sirvió.
Comienzan
a golpearlas Infantes de Carrión;
con
las cinchas corredizas las azotan con rigor;
con
las espuelas agudas les causan un gran dolor;
les
rasgaron las camisas y las carnes a las dos;
allí
las telas de seda limpia sangre las manchó;
bien
que lo sentían ellas en su mismo corazón.
¡Qué
ventura sería ésta, si así lo quisiera Dios,
que
apareciese allí entonces nuestro Cid Campeador!
¡Tanto
allí las azotaron! Sin fuerzas quedan las dos.
Sangre
mancha las camisas y los mantos de primor.
Cansados
están de herirlas los Infantes de Carrión. (...)
(La familia del Cid entronca con la nobleza al casarse
sus hijas con los infantes de Castilla y Aragón)
Hicieron
sus casamientos doña Elvira y doña Sol; (v.3719)
los
primeros fueron buenos, pero estos son aún mejor,
con
mayor honra se casan que en la primera ocasión.
Y ved
cómo la honra aumenta al que en buen hora nació.
al
ser sus hijas señoras de Castilla y de Aragón.
Y
así, los reyes de España ahora sus parientes son,
a
todos alcanza honra por el que en buen hora nació. (...)